Al igual que con los misioneros del pasado y presente, el Señor te conoce y tiene una experiencia misional preparada para ti. Él conoce a tu presidente de misión y a su maravillosa esposa, quien te amará como si fueras uno de sus propios hijos y buscará inspiración y guía a tu favor. Él conoce a cada uno de tus compañeros y lo que aprenderás de ellos. Él conoce cada área en la que trabajarás, a los miembros que conocerás, a la gente que enseñarás y las vidas en las que impactarás por la eternidad.
Por medio de tu dedicado servicio y sacrificio voluntario, tu misión se convertirá en tierra santa para ti. Serás testigo del milagro de la conversión a medida que el Espíritu obre por tu intermedio para conmover los corazones de aquellos a quienes enseñes. Christopher Waddel
Hubo una época muy difícil para mi cuando serví en la Misión México Hermosillo. Era junio, pleno verano, el calor era abrazador, llegaba a los 54 grados celsius y caminar todo el día bajo el sol no era lo más divertido del mundo. No solo era eso, sino que estaba en un área completamente nueva para mi, y con una compañera completamente nueva también, la Hermana Vargas. Yo tenia apenas unos 6 meses cuando esto pasó. Aun así, trataba de mantener el buen ánimo, la disposición de trabajar todos los días con fuerza y con el propósito en mente. Todos los días decía mi objetivo misional antes de salir de la casa, mirando a mi compañera y dándonos un abrazo, abríamos la puerta y el calor se sentía apenas nos asomábamos.
En mi hoppie no ponía agua, sino que la noche anterior a cada día hacía hielo, porque al dia siguiente, aproximadamente en 40 minutos estando bajo el sol, iba a transformarse en agua fria. Así era la preparación diaria. Y ni que hablar del suero, que debiamos tomar religiosamente cada 2 dias, para evitar deshidratarnos. (de todas formas, me deshidraté el cambio siguiente).
Todo eso, sumado a que obviamente por el calor, la gente no queria ni salir a ver quien tocaba sus puertas! Y alguno que otro, si salía, nos rechazaba (aunque por suerte si pedíamos agua, eso no nos rechazaban). Mi compañera extrañaba su casa, extrañaba a su familia, extrañaba su comodidad, su clima, la comida de su país. En cierto momento, expresó que quería volver. Cada dia teniamos nuestro estudio de las escrituras como compañeras, y en esa época en la misión teniamos la meta de pasar menos tiempo en la casa y más en la calle (contactando, enseñando, para trabajar más), entonces muchas veces teniamos este estudio en la calle, en alguna sombra que encontrásemos, bajo algún árbol. Recuerdo el calor, recuerdo mis zapatos negros con polvo y las suelas desgastadas... Con mucho esmero cada día yo trataba de poner una sonrisa en el rostro de mi compañera, aunque con el pasar de las semanas se hacia cada vez más dificil.
Llegó un día de cambios y se decidió que su entrenamiento continuaría en otra área. Se decidió que ella seria trasladada a Agua prieta, donde el clima era un poco más frio y quizás ella pudiera trabajar más tranquila allá. En una entrevista con mi Presidente de Misión, le comenté cómo yo me sentía, llorando, angustiada porque sentí que habia sido un fracaso, por no poder terminar el entrenamiento de la Hermana Vargas. A lo que él me respondió:
- Hermana Acuña, no se entristezca. Usted ha sido una excelente compañera, le ha mostrado acerca de cómo trabajar eficazmente y han logrado bautismos. Usted no sabe aún, ni puede verlo, pero usted será de gran impacto en la misión y aún en la vida de su compañera.
Definitivamente no podía ver lo que él me estaba diciendo! En ese momento, jamás hubiera imaginado todas las cosas que sucederían después, porque siento que esa experiencia me preparó mucho para la siguiente vez que entrené. Pero sí, mi Presidente de misión veía algo que yo no veía.
Los meses pasaron, casi no tuve contacto con mi compañera, fue hasta diciembre donde tuvimos la reunión de navidad, cuando la volví a ver. Desde lejos la observaba y vi como su semblante habia cambiado. Se la veía más alegre, sonreía y era mucho más sociable. Yo me sentía muy feliz por ella, aunque en parte un poco desilusionada conmigo misma, porque me preguntaba qué habia hecho de mal, para no lograr eso en el cambio que estuvimos juntas.
Hacia el final de la conferencia, se me acercó y me dió una tarjeta. Me pidió disculpas por la actitud que habia tenido durante su entrenamiento conmigo. Me abrazó, con lágrimas, para agradecerme por haber sido su entrenadora. Yo no podía creer. La abracé, y sin ninguna duda, le dije que no había de qué preocuparse.
Los siguientes meses de mi misión pasaron rápido, llenos de milagros y experiencias increibles.
Llegué al término, en mayo del 2018, cuando me encontré con la Hermana Vargas en la oficina de la misión. Me sorprendió cómo ella misma me pidió tomarnos unas fotos. Me sorprendió ver cómo sonreía para las fotos, me sorprendió en lo buena misionera que se habia convertido. Por ahí habia escuchado que estaban teniendo mucho éxito en su área. Me volvió a pedir disculpas, a lo que yo respondí (nuevamente) que no habia nada de qué preocuparse. Nos abrazamos, miramos las fotos que nos tomamos, a lo que vino un comentario suyo:
- Hermana quiero agradecerle por el ejemplo que me dió. He conocido a muchas misioneras, pero ninguna ha sido tan obediente como usted. Gracias por haber sido exigente conmigo en las reglas y el modo de enseñar, usted ahora es mi modelo a seguir aquí en la misión.
Camino a casa, y aún hasta hoy, no puedo olvidar esa conversación, tampoco puedo olvidar lo que me dijo mi Presidente. Pero menos podría olvidar, a esa compañera que el Señor me dio por un tiempo, porque Él sabía cuánto iba a tocar mi corazón esta experiencia.
Todo lo que hacemos por los demás, tiene un impacto. La historia podría haber sido diferente... Podría nunca haberse dado esa conversación en la conferencia de navidad, o esas fotos en mi último día. Pero yo sé, que aún cuando las personas parezcan no ver nuestro esfuerzo, los cielos sí lo ven. Yo sé que tenemos un amoroso Padre Celestial que nos ama, y que puede hacernos sentir ese amor por los demás, aun cuando sea dificil.
Solo que a veces las cosas toman tiempo. Ese cambio en mi compañera probablemente no se iba a dar en 6 semanas. Muchas veces los asuntos espirituales, de importancia eterna, llevan su tiempo... en este caso, tuvieron que pasar meses para que ambas podamos, cada una según su perspectiva y situación, ver la luz al final del túnel.
Amo el Evangelio de Jesucristo. Agradezco por estas experiencias, porque me enseñaron a amar más a mi prójimo, me enseñaron a dar más por los demás... y a saber que Dios ve nuestro esfuerzo.
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo a ser como metal que suena o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo caridad, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve. 1 Corintios 13